Texto que Jorge Basadre escribió en 1946, cuando
era Ministro de Educación del Gobierno democrático de José Luis Bustamante y
que el historiador tacneño Ernesto Yepes publicó en Jorge Basadre. Textos Esenciales. Bases para una Teoría del Perú. Es un llamado a una práctica ética y moral para acabar con los grandes males de nuestra sociedad.
LA primera cosa que tiene que hacer toda auténtica juventud
es aprender a no venderse. Nada más grave para el futuro y para
la salud moral de una nación que las asambleas de pusilánimes
o aprovechadores venales cuyo lenguaje común es tratarse mutuamente
como respetables.
No sólo los políticos, sino muchos grandes médicos
y grandes abogados y profesores y aristócratas e intelectuales
entran en esa lucrativa confraternidad.
El deber fundamental de un joven es el de la decencia substancial. Para
construirla y sostenerla, ningún material mejor que la indiferencia
necesaria para que las naturalezas subalternas importen poco.
Hay que aprender a decir que no en contra de uno mismo. Será
el mejor acto que se pueda realizar en un país enfermo de consentir.
Si en el espíritu de la nueva generación predomina la tendencia
a decir que sí, hay que sospechar que la decadencia colectiva es
tremenda. Pero nada tan sencillo aparentemente y tan difícil de
hacer bien y tan delicado para realizar con rigor, nada tan arduo que
requiera tanto coraje como ser hombres de afirmación y no de mera
negación.
Sobre las ruinas de lo que se niega, hay que fundar lo positivo. La
verdadera calidad de un espíritu depende del modo como prolonga
hacia adelante su pensamiento y su acción bien parado en los pies
propios, adherido con garras a las verdades sólidas y esenciales
contra todos los elementos contingentes de la existencia exterior, sin
confiar más que en el fruto de la dedicación de la vida
a una labor clara y humana.
Quien no se sienta capaz de ser religiosamente honrado en su soledad,
se condenará fácilmente a la perdición y por sonora
que sea su creencia proclamada, por ruidosos que suenen los golpes que
se da al pecho, se entregará fácilmente a la individual
rapiña y a todo lo peor con tal de que le otorgue poder.
Acuérdense siempre los jóvenes de eso y busquen en torno
suyo a los que desdeñan el grito público y hacen de su retiro
o de su callada acción la sola gloria capaz de interesarlos.
Desconfíen de los teóricos apurados por hacer de su orgullo
un imperio y de los que en su arsenal recóndito sólo albergan
como armas la calumnia, el insulto, la vejación. Es muy común
que los gestos ampulosos cubran un sistema de miserias. Lo que un hombre
es en su intimidad -esto es lo único que es.
Nada de lo anterior implica un consejo de puro intelectualismo. Tan
peligroso como otros puede ser el mito de la cultura, llámese humanismo
del Renacimiento, filosofismo del siglo XVIII, adoración del siglo
XIX por la ciencia. Hay esclavos de bienes corporales -el dinero, el lujo,
el predominio- como hay esclavos de bienes intelectuales -el libro, la
educación, la fama. Tanto en las limitaciones especializadas del
profesionalismo como en la frivolidad del diletantismo existe desde un
ángulo distinto, análogo condenable divorcio entre la Inteligencia
y la Realidad profunda.
Así como la ley fundamental de la economía no es la acumulación
sino la utilización de los valores materiales en beneficio de las
exigencias del hombre y de la civilización, también la ley
fundamental de la cultura no es la acumulación del saber sino su
adaptación al hombre para la realización completa de sus
destinos.
El saber es como la riqueza. Fecundo cuando está al servicio
del hombre; peligroso cuando está al servicio de sí mismo.
De acuerdo con la jerarquía natural de los valores; no es el número
de escuelas, ni el número de libros ni la cantidad de escritores
lo que valoriza a un pueblo, sino la calidad de sus hombres y la naturaleza
de su cultura, la sabiduría del corazón. Es el corazón
lo que está en el centro del hombre total.
Jorge Basadre
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