La televisión es el invento que más dramáticamente ha cambiado nuestros hábitos. Antes de la masificación del invento de John Logie Baird,
que a principios de los años treinta llevó el mundo a la intimidad de
los hogares de los espectadores, el hábito común para matar el tiempo
era principalmente la literatura y otras actividades.
Resulta curioso para la sicología, que el simple hábito de sentarse a ver televisión durante horas
–en promedio se calcula de cuatro a cinco horas−, y siendo en
apariencia inofensivo, pueda traer tantos dolores de cabeza asociados.
Según estudios realizados por científicos de varias universidades, el
estado de placer producido por observar durante horas consecutivas
televisión, es comparable al de tener sexo, beber licor o apostar
dinero. La sensación de bienestar asociada que el
cerebro tiene al pasar tanto tiempo en estado de completo relax,
pasivamente, recibiendo un montón de estímulos, haría más difícil la
puesta en marcha de otras actividades.
Dentro de los múltiples factores que preocupan a los científicos y
profesionales de la medicina, se encuentra el riesgo de detonar
enfermedades silenciosas como la arterioesclerosis, la diabetes y el
sobrepeso. El sedentarismo que se asocia a la compulsión a ver televisión, sería la puerta abierta a estos males.
Si se suma a la pasividad de actividad física al ver televisión,
el aumento en las comidas de tipo “chatarra” como frituras, gaseosas y
dulces, el riesgo de sufrir un accidente cerebrovascular, un infarto
cardiaco o desarrollar una diabetes, es mucho más alto que en aquellas
personas que realizan otras actividades.
Fuente: Ojocientífico
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